
Una vez más los secuestros virtuales volvieron a ser noticia en nuestra ciudad. Varios vecinos recibieron mensajes amenazantes que alertaron por supuesta captación de hijos. Uno de los que sufrió estas llamadas fue el comerciante Guillermo Regué en la madrugada de hoy, ya que le exigían el pago de 5.000 dólares.
Un día antes, otra vecina, María Cristina Santa Cruz, había compartido en sus redes un relato similar. «Muy temprano me llamó una chica llorando y diciendo: ‘Mamá me entraron!!!! Mamá me entraron!!!!’. No reconocí el tono de voz de una de mis hijas ni era la forma en que lo expresaría la otra así que mantuve la calma y le hice algunas preguntas. Ella cortó y yo agradezco haber estado despierta porque sino tal vez me enganchaba» contó.
Son hechos que se inician a partir de una llamada telefónica en la que se simula el secuestro de
un familiar o conocido de la persona que atiende el teléfono, con la finalidad de forzar la entrega de dinero u otros objetos de valor como “rescate”.
A diferencia de los secuestros reales, nadie se encuentra privado de la libertad ni corre riesgo
físico alguno. En estos casos, la víctima es la persona que recibe la llamada telefónica.
El autor de este delito se comunica telefónicamente con la víctima que recibe el llamado y simula el secuestro de un familiar o conocido. La mayoría de estos llamados son realizados por varones, a teléfonos fijos, y se registran entre la medianoche y las 5 de la mañana.
La persona que realiza la llamada conoce datos mínimos de quien atiende el teléfono: puede saber su nombre, las características de la fachada de su vivienda o del barrio. En cambio, suele carecer de datos precisos sobre la persona cuyo secuestro aparenta, por eso se encuentra especialmente atenta a que la víctima se los proporcione.
Quien realiza la llamada intenta que no se corte la comunicación para no darle a la víctima la oportunidad de chequear la situación de la persona cuya emergencia se simula. En muchos casos, la víctima que recibe la llamada tiene la sensación de escuchar la verdadera voz de un familiar o conocido que le pide auxilio.
Usualmente, se solicita el pago del “rescate” en las inmediaciones del domicilio de la
víctima. En la gran mayoría de los casos se simula directamente un secuestro, pero puede ocurrir que el engaño comience con el supuesto accidente de un familiar o allegado. En estos casos, se finge llamar desde un hospital o comisaría para lograr obtener más información, y después se exige el pago de un “rescate”.
