¿Qué pasa mientras le perdemos el miedo al virus?

Las escenas de la Costanera de este fin de semana abrieron el debate en las redes. ¿Cuáles son los riesgos de nuestros comportamientos? ¿Y los de asumir frases hechas?

No importa quiénes son, si provienen del centro o de los barrios de menor poder adquisitivo. El comportamiento de nuestra sociedad no requiere tamaña discriminación. Tampoco siquiera si es un problema estrictamente doméstico.

Basta repasar las inquietudes de nuestros gobernantes para detectar rápidamente que la «imperiosa necesidad de salir» no es estrictamente un indicativo corondino.

Lo que preocupa es que se dé justo en este momento y que las excusas para hacerlo no sean por el hecho de que las actividades económicas se estén normalizando más aceleradamente en los últimos meses.

«Los casos van bajando, pero vemos que ese descenso se está desacelerando. En el AMBA, se inició en mayo un ascenso importante y han sido cuatro meses de una relativa estabilidad muy alta. Ahora estamos viendo que en ese aglomerado urbano se está consolidando el descenso, con algunas mesetas».

Las palabras son de Carla Vizzotti, la secretaria de Acción para la Salud nacional que indicó algo sustancial: «la cantidad de circulación de las personas es un factor muy importante que va a determinar cómo va a seguir esta curva de contagios».

¿Qué pasa que este mensaje no llega a entenderse o en su defecto a respetarse?

«Hoy los jóvenes son el principal factor de propagación. Esto se explica por tres factores: la estructura de la pirámide poblacional argentina, con más peso en la población joven, los contagios en los barrios populares y el impacto de cómo deciden vivir la pandemia. Los más jóvenes se sienten invulnerables. Al tener la mortalidad más baja de la población, ya que el 85% cursa las formas leves y se recupera sin llegar a terapia, le perdieron el miedo al virus» afirma el infectólogo Eduardo López.

Días pasados Defensa Civil de Gálvez publicó un detallado informe de cómo se comporta el virus en aquella ciudad y a qué franja etaria mayormente contagia. La conclusión es muy clara: los contagios se repiten en personas que van de los 20 a 49 años. Pero las muertes no: se dieron en personas entre los 70 y 85

Trabajo estadístico realizado por Defensa Civil de Gálvez. En rojo y verde los positivos y recuperados. En negro, las muertes

El fin de semana largo en la ciudad se vieron escenas que probablemente se repetirán durante el verano. Una multitud en lugares públicos, escasos controles y poquísimos cuidados.

Justo en el momento en el cual la cantidad de casos en el país y en la provincia vienen bajando y encima, ya se avizora con mayor esperanza la aparición de una vacuna, o varias.

Lo que más llama la atención a la hora de analizar nuestro comportamiento como sociedad es la explicación a esos comportamientos.

Curva de contagios según una infografía de Rosario 3. El pico de octubre se puede ver claramente. ¿Qué nos depara para el verano?

«Habilitan las visitas y yo no puedo ir a la Costanera»

Días pasados se conoció que este mismo lunes volvería a la ciudad la visita a los presos de la Unidad 1. Sin dudas, generó polémica. Lejos de ponernos a analizar qué hizo cada uno de los presos para estar en este lugar, como es obvio, la población carcelaria no tiene contacto con el exterior y desde marzo, tampoco, con sus familiares.

Además, no es una medida aislada. En los últimos meses se extendieron los horarios para comercios, se peatonalizó una cuadra en la Costanera, se anunció el retorno de jardines maternales, hubo reuniones con cabañeros para idear la temporada de verano y se espera que el 8 de diciembre arranque la temporada de playas y campings.

Es decir, la medida que se tomó con las cárceles no está aislada de lo que se vive con el resto de las actividades ciudadanas, aunque se piden las mismas recomendaciones.

Los presos no tienen más libertades que nosotros. Es más que obvio explicar por qué.

«Nos tuvieron encerrados ocho meses, dejen de joder»

Como bien muestra el gráfico que se adjunta en la nota y las declaraciones de la Secretaria de Acción para la Salud de la Nación, el virus se transmite por el contacto entre las personas. Si aumentó es porque ese contacto fue más recurrente con el correr de los meses.

Los datos de la realidad indican lo contrario a la ya repetida afirmación. Tal cual publicó el colega Gustavo Castro, en octubre se dio a conocer el panorama del Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación, que incluye una serie de indicadores sobre la situación económica del país.

Entre ellos hay uno muy interesante: el porcentaje de empresas con facturación mínima o nula. Es decir, rubros que están cerrados.

En el cuadro se puede ver que Santa Fe en agosto fue la provincia con menor nivel de inactividad: apenas el 7,1% de sus empresas facturaron poco y nada.

Si esto ocurre ¿la sociedad puede estar encerrada? Si no lo hubiera estado en los primero meses de pandemia (donde sí se recomendó el confinamiento), con el actual comportamiento, ¿cuáles serían los resultados?

Informe sobre la evolución de la actividad económica de cada provincia. Santa Fe, de las que menos actividades cerradas posee

«Hay que aprender a convivir con el virus»

El distanciamiento social como medida para disminuir la propagación del COVID-19 puede ser muy difícil para los adolescentes y jóvenes ya que los hace sentir desconectados de sus amigos.

Muchos también le hacen frente a grandes desilusiones como las cancelaciones o aplazamientos de graduaciones, bailes, temporadas deportivas, vacaciones y otras actividades planeadas por largo tiempo. 

Ahora bien, detrás de la idea de «acostumbrarse a vivir con el virus» parece haber una doble justificación: una sanitaria y otra económica.

La primera supone que un número más o menos aceptable de casos nos permite seguir la vida como si nada. Nadie dice cuántos debieran ser.

La segunda, aboga a la idea de que no podemos estar todo el tiempo confinados. Claramente basta con salir a la calle cualquier día para demostrar que no lo estamos.

Pero también supone aceptar algo aún peor: quienes más se contagian son las personas que salen a trabajar o a hacer «vida normal» pero los que se mueren son nuestros viejos. ¿Es aceptable convivir con ello?