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Los próximos 13 y 14 de junio llegará a nuestra ciudad Alfredo Santa Cruz, un habitante de Puerto Iguazú quién junto a su familia armaron un proyecto auto sustentable que hoy es uno de los paseos preferidos por los chicos y por los grupos ecologistas de Misiones.
Así, arribará a nuestra ciudad a brindar detalles de los diferentes trabajos que se pueden realizar con trabajos reciclables en en esa fecha se darán charlas en las escuelas secundarias.
En la entrada a la ciudad de Puerto Iguazú se encuentran distintos carteles indicadores que invitan a visitarla. La Casa de las Botellas se encuentra realizada con botellas de litro y medio de la archiconocida bebida cola y cuenta su creador que la idea de realizar una casa con botellas plásticas sirve para generar conciencia y para darle un uso ecológico a este envase que cada día contamina más el medio ambiente.
Para hablar de números, podemos decir que sus paredes tienen 1200 botellas de plástico, el techo 1300 cartones de tetrapack, las puertas y ventanas más de 140 cajas de CDs, los sillones que decoran el ambiente unas 120 botellas de plástico y la cama, otras 200 botellas más.
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Entrar en la casa y hablar con sus habitantes nos introduce de manera inmediata en el mundo de la ecología, la conservación y el cuidado diario que deberíamos realizar de nuestra naturaleza, reciclando y tratando de no usar recursos sin sentido.
Tal como lo repite su dueño en cada visita, «nuestra casa ecológica de botellas es un proyecto autosustentable, que reúne elementos interesantes, creativos e ingeniosos, que nos sirven para reflexionar y tratar de cambiar nuestra conducta ambientalista. Yo descubrí una técnica que cualquier persona puede repetir y así construir su casa y muebles con botellas de plástico descartable».
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La crisis del 2001 fue una las más recordadas por su crudeza y por cómo afectó a diferentes sectores de la sociedad. La tasa de desempleo superó el 20 por ciento y dejó a miles de familias en total incertidumbre de cara al futuro, donde en los casos más extremos recurrieron hasta a basurales en busca de comida y recursos para subsistir.
En el barrio Las Orquídeas de Puerto Iguazú se erige La Casa Ecológica de Botellas, un emprendimiento que surgió por aquellos tristes años, en el seno de la familia Santa Cruz, a cargo de Alfredo. Alfredo Santa Cruz era un electricista que sufrió, como tantos otros, la falta de trabajo en aquellos años, pero nunca bajó los brazos y hoy dicta cursos de tecnología sustentable en diferentes partes del país y llegó a presentar su propuesta en el exterior, en países como Colombia y con una invitación para viajar a Sudáfrica.
Sin embargo, su fuerte, tal vez su templo es La Casa Ecológica de Botellas, un emprendimiento turístico, con fines sustentables y también sociales. Una casa, donde las paredes están construidas sobre botellas de plástico y otros objetos reciclados, al igual que sillones y hasta una cama donde los visitantes pueden acostarse a sacarse una foto. “Siempre y cuando no se duerman”, se ríe Alfredo.
Alfredo habla con tranquilidad, con la paciencia que tuvo para sacar a su familia adelante en años pocos generosos, con la templanza que lo mantuvo firme en aquellos años donde los calificativos más amables que recibía, por hurgar en basurales, fueron: “crotos” “botelleros”, “cirujas” o “cartoneros”. “Ahora le cambiaron el nombre a recicladores urbanos, pero seguimos siendo los crotos o cartoneros que la gente dice con desprecio”, recordó.
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Fueron tiempos difíciles, había una familia que alimentar, deudas que pagar y niños que atender, sumados al estrés que le generaba la falta de empleo, pero sobre todo el estigma social antes mencionado. “No tengo miramientos en decir que me estaba enfermando y mi hija más chica quería una casita para sus muñecas que no podía comprar, entonces decidí armarla yo, con los materiales que tenía en abundancia, las botellas”, cuenta.
Fueron tiempos de prueba y error, de ver que funcionaba mejor, hasta llegar al resultado que fue la piedra basal del actual emprendimiento, una pequeña casa hecha con botellas de plástico y objetos reciclados. El resto, fue trabajar y no aflojar, como dice el mismo Alfredo, “la solución es trabajar, los materiales están pero es necesaria la voluntad de querer salir adelante, de querer progresar”, indicó. Poco se imaginó, en ese entonces, que ese deseo de su hija, por una casita, sería el puntapié para arrancar una tecnología que, después de veinte años, recorre el mundo.
“Cuando se empezó a popularizar, empezamos a crecer con el emprendimiento, tuvimos asesoría de ingenieros que nos ayudaron a mejorar la técnica, de psicólogos, en fin, de muchos profesionales que nos fueron aconsejando en cómo transitar este camino que estamos caminando”, explicó con extrema humildad.
Fuente: economics.com.ar y