“Virado a sepia” es el título del libro que publicó recientemente el investigador Juan Cruz Giménez. Se trata de un análisis detallado de las políticas educativas que se desplegaron en la provincia de Santa Fe entre 1930 y 1945, teñidas por ideas progresistas opuestas a los lineamientos conservadores imperantes a nivel nacional tras el derrocamiento de Irigoyen.
La presentación será este martes a las 18 en el Salón de Usos Múltiples del Instituto del Profesorado Nro. 6 con la coordinación de Bernardo Carrizo y Mercedes Monserrat.
Aunque se trata de un trabajo de investigación, el título del nuevo libro de Juan Cruz Giménez (Licenciado en Historia, Magíster en Ciencias Sociales y docente de la UNL) tiene resonancias poéticas. Dado que su objeto de estudio son las políticas educativas de los años ‘30, descubrió la necesidad de los distintos sectores en pugna de acudir constantemente a la construcción de un pasado para legitimar sus propuestas. Los demócrata progresistas, con Luciano Molinas a la cabeza, a través de la alusión a Lisandro de la Torre. Los antipersonalistas, con Manuel María de Iriondo como figura a través de la apelación al Brigadier Estanislao López, a referentes católicos y al ex gobernador Simón de Iriondo. Y comparó esa construcción al trabajo artesanal realizado por los fotógrafos de antaño para dar un tono sepia a sus trabajos. “Era una técnica utilizada por los fotógrafos que, de algún modo, da una sensación de búsqueda de más pasado en el pasado. El ejercicio fue extrapolar eso a los años 30”, explicó.
El punto de partida
Para su Licenciatura en Historia, Giménez investigó sobre todo la década de 1940. Sin embargo, cuando decidió realizar la maestría posó la mirada en la década anterior. En parte, por la escasez de recursos bibliográficos correspondientes a esa etapa. “La historiografía se destaca por algunos temas que han sido más investigados y otros temas que no han sido demasiado analizados”, explica. Pero también por una cierta estigmatización historiográfica respecto al período. “Parece que desde 1930 hasta 1943 no hay nada más que conservadores, fraude y trampa. El mote ‘Década Infame’ parece sepultar toda expectativa de cuestiones interesantes e innovadoras en los años ‘30, sobre todo desde una mirada porteño céntrica”, sostiene Giménez.
Al amplificar la mirada y posarla sobre Santa Fe, el autor de “Virado a sepia” encontró el que sería el eje de su trabajo: en la provincia se desplegó un modelo educativo sustentado en ideas progresistas para la época, con actores en permanente búsqueda de legitimidades alternativas a las imperantes.
Para Giménez, la clave pasa por no pensar que lo educacional únicamente se rige en función de actores autónomos, independientes, ajenos a la política. “El campo educativo y sus actores son parte constitutiva de la política y de las culturas políticas que atraviesan a la Nación y a la provincia, aunque no siempre en diálogo, atravesadas por conflictos”, apunta.
Puja de sentidos
En la mirada de Giménez, lo que ocurrió en la provincia de Santa Fe tras el golpe de Estado de 1930 en el cual José Félix Uriburu derrocó a Hipólito Yrigoyen, fue novedoso. “No triunfó, como en el caso nacional, la Concordancia, sino que se ratificó el triunfo electoral del Partido Demócrata Progresista, con Luciano Molinas e Isidro Carreras, la fórmula que combina el pensamiento histórico de Lisandro de la Torre”. Este hecho político tuvo su correlato en el ámbito educacional. “Empieza el que tal vez sea el período de mayor reforma del campo educativo en la provincia de Santa Fe con un modelo mirado desde la tradición norteamericana de descentralización y una fuerte apuesta a la educación laica”, considera Giménez.
En 1934, el PDP aprovechó su mayoría en ambas Cámaras para impulsar la ley 2.369, medio siglo después de la 1420, que provenía de 1886. Esa experiencia, sin embargo, fue corta y resultó interrumpida por la intervención federal de 1935. “Con eso se hace tábula rasa, se vuelve a la ley de 1886 y termina esa breve primavera descentralizadora”, recuerda el historiador. Pese a todo, Molinas logró poner en marcha esa maquinaria incluso cuando su oponente era el antipersonalista Manuel María de Iriondo, quien en 1932 fue nombrado ministro de Instrucción Pública y Justicia de la Nación del presidente Agustín P. Justo, hasta que retornó a la provincia de Santa Fe como gobernador en 1937.
“Lo que caracterizó a la cultura política demócrata progresista fue un programa reformista que había nacido mucho antes con la Liga del Sur, caracterizado por la descentralización y una mayor participación. Es decir que, en los ‘30, Molinas tiene una larga tradición para llevar a cabo un programa que ya posee una maduración importante. En el ámbito de la educación se da con la ley de 1934, pero también tiene impacto en otros ámbitos. Hay una mirada de la tradición federalista norteamericana y una idea de extrapolarla a una provincia del litoral como Santa Fe”, puntualiza Giménez.
Dificultades
A pesar de las transformaciones centrales que quisieron impulsar los demócrata progresistas sumaron numerosos adversarios. “En el campo educativo, la mayor dificultad que tuvieron fue la resistencia a la ley 2.369. Sobre todo por su carácter laico, en una provincia que no está dispuesta, en su campo de culturas políticas, a aceptar ese concepto. No es casualidad que en el mismo año se haya constituido la Asociación del Magisterio Católico”, considera el autor.
Luego de la intervención de 1935, en 1937 Manuel María de Iriondo fue elegido gobernador de la provincia y tuvo viento a favor para restituir una agenda más conservadora y católica. “De Iriondo tiene una clara lectura de lo que no debe hacer en un programa reformista y eso lo toma de la experiencia de Luciano Molinas y de todos sus intentos de reforma. En el campo educativo, eso se ve con claridad”, sintetiza Juan Cruz.
Mirar la actualidad
Con la perspectiva que proviene de haber estudiado en detalle las políticas educativas santafesinas durante el siglo XX, Giménez se permite algunas reflexiones sobre lo que ocurre en la actualidad. “La provincia tiene, en su historia, tres leyes de educación. La de 1886, la de 1934 y la de 1949, que es la última. Hasta la fecha, lo que caracteriza a Santa Fe es la ausencia de nuevas leyes de educación. En lo cotidiano, uno ve que cada nueva administración asume que pasaron setenta años y que no puede ser que no exista una ley que dé cuenta de las demandas actuales. Pero a las leyes no las hacen los docentes y las asociaciones gremiales sino que se discuten en las discuten senadores y diputados”, explica Giménez. Y afirma que, desde su óptica, “ha resultado relativamente cómodo para las tradiciones políticas que integraron en estos 70 años el parlamento santafesino, que las cuestiones educativas terminen siendo una facultad estrictamente depositada en el Poder Ejecutivo, es decir a través de decretos”, finaliza.
Además de «Virado a Sepia» se realizará un diálogo sobre otra obra literaria que es «Historia de la Escuela Normal de Paraná» (1871-1969) que contará con la presencia de Laura Rodríguez (doctora en Historia de la Universidad de La Plata) y Mara Rodríguez (doctora de Historia en Paraná).
FOTO: Manuel Fabatía