
Quizá no todos los argentinos podrían identificar el rostro afable de Alejandro Marmo (50), pero no hay dudas de que la mayoría se ha cruzado alguna vez con una obra del artista plástico nacido en Caseros y criado en Villa Bosch, en el partido de Tres de Febrero, pleno conurbano bonaerense.
Porque el hombre que trabaja con desechos industriales se las ingenió para hacer llegar sus obras a todos los rincones de la Argentina y del mundo ya que trabajó varios años en Japón y se mueve en Italia como en su propia casa, donde suele llegar para visitar a un amigo entrañable: el papa Francisco.
Con él compartió un proyecto que sumó el arte, la fe y la esperanza: el Cristo Obrero instalado en una parroquia de Villa Soldati.
Su obra más reciente es «El Abrazo», dos figuras amalgamadas, que realizó con la colaboración de la comunidad y los internos de la cárcel de la ciudad santafesina de Coronda, una figura idéntica a la que instaló en otros tantos lugares del país y en el aeropuerto de Roma, conocido popularmente como Fiumicino, pero cuyo nombre oficial homenajea a uno de los artistas favoritos de Marmo: Leonardo Da Vinci.

“Lo de Coronda fue muy fuerte porque participaron los internos del penal, pero también la comunidad y fue un encuentro entre ellos. Quedó inaugurada esta semana y yo pedí un reconocimiento para los internos, por todo el trabajo que hicieron. Me pareció significativa esa posibilidad de reconstruir vidas que estaban aparentemente perdidas y de hacerlo con una obra que es similar a la que está en Roma. Esto es el arte, construir un lenguaje que unifique”, explica el artista emocionado.
Pero mucho antes de trabajar con los reclusos, hace unos veinte años, Marmo gestó su programa “Arte en las fábricas” que convocó a los operarios desocupados de empresas que cerraron en la década menemista. ¿El objetivo? En palabras de él mismo: “Traté de vincular el universo cuasi decadente de las fábricas, que era el que me rodeaba en la infancia. Yo me crié en ese mundo fabril de Tres de Febrero y en el 90 eso era un cementerio de hierros melancólicos”.
¿El resultado? “Con los obreros desocupados o quienes habían tomado las industrias en la que habían trabajado para recuperarlas, aplicábamos un concepto de apropiación de los espacios públicos. En ellos instalábamos obras sin permiso para visibilizar la tragedia industrial pero también como una metáfora de desarrollo para el hombre común a partir de la autogestión, de canalizar la angustia del desempleo desde la construcción de belleza”, cuenta.
Ese proyecto de construir los desechos industriales en arte lo cruzó con el entonces cardenal Jorge Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires. Juntos encararon el «Cristo Obrero de los Trabajadores» realizado con rezagos industriales sobre durmientes de trenes que fue construido con la participación de obreros de una fábrica de Vicente López. El Cardenal Bergoglio visitó a los trabajadores durante el proceso de construcción y extendió su bendición al proyecto «Arte en las Fábricas».
Luego también participó de la inauguración en medio de una gran fiesta popular en la parroquia de Villa Soldati, el 1º de mayo de 2011. “Con él trabajamos un concepto que era la contraposición a la cultura del descarte. Impulsamos la idea de que todo lo aparentemente descartado construía belleza, incluso desde la simbología de una iglesia cercana a la reconstrucción emocional, a la posibilidad de transformar esa marginalidad en una estética de la esperanza como ese Cristo solidario de Soldati”, sintetiza el hombre al que alguna vez llamaron “el artista obrero o el obrero artista” y que llevó sus trabajos no solo a las fábricas sino a los barrios de emergencia de la ciudad de Buenos Aires.
La amistad que forjaron no aminoró con la distancia y el artista es huésped habitual de la residencia de Santa Marta. “Francisco bautizó a mis tres hijos. Uno en una pequeña capilla que hay detrás de la Catedral y los otros dos ya en Roma”, recuerda Marmo, quien sigue ligado al Papa y lo visita a menudo para contarle sobre sus obras. Desde allí lanzó el proyecto «La simbología de la Iglesia que mira al Sur»,mediante el cual se propone instalar en distintos puntos de América Latina obras que representen advocaciones populares de la fe.
La idea se consolidó en dos obras colectivas: una Virgen de Luján y un Cristo Obrero que se desarrollaron en Roma con la participación de la gente y hoy están en los jardines de los Museos Vaticanos.
La mayoría de sus trabajos de Marmo rescatan personalidades arraigadas en el corazón de la gente: Eva Perón, Diego Maradona, René Favaloro, Charly García, Juan Domingo Perón, Hipólito Yrigoyen, Rodrigo Bueno, Luca Prodan, Gustavo Cerati, Raúl Alfonsín, Don Bosco, el Cura Brochero y la Virgen de Luján. Son figuras de la fe e íconos paganos, pero comparten el fervor y el cariño popular».
“Creo que hay una divinidad popular que es la fuerza del corazon. Esa divinidad terrestre que fue en algún momento Jesús. el Jesús politico, revolucionario, ese Jesus que enamora. Lo popular produce una emoción muy elevada. Te atraviesa. No se puede intelectualizar “, explica. Y aclara: “Uno trata de darle volumen a esa sensación abstracta que tiene el imaginario popular como en el caso de Evita. Los murales de Evita estaban en la 9 de Julio desde siempre. Uno vio en lo invisible esa voz que sonaba, pero estaban ahí. Es una obra de construcción popular”.
Y uno no puede más que creerle al recordar la preocupación de muchos ciudadanos de a pie cuando la gestión macrista decidió dejar de encender las luces de los murales de hierro del Ministerio de Desarrollo Social que motivó una confabulación entre empleados de la cartera para iluminarla el mismo día del triunfo de Alberto Fernández, en las elecciones de octubre de 2019.
A Marmo no le preocupan esas cuestiones, pero las ve como una de las reacciones que generan las “divinidades populares”:“Lo que construye a la divinidad popular también es el ninguneo. Hay algo que los atraviesa a todos y es que todos fueron ninguneados en algún momento. Jesús fue ninguneado. Evita y también Maradona.
El homenaje a Diego
Además de “El Abrazo” que gestó en Coronda, el proyecto más reciente de Alejandro Marmo es una imagen de Diego Maradona que llegará a la ciudad de Nápoles como símbolo de la argentinidad y en recuerdo de las hazañas del 10 en el estadio de San Paolo.
“Surgió de una charla que tuve con el actual embajador de Argentina en Italia Roberto Carlés. Siempre me pidieron desde Italia hacer algo con la iconografía de Diego pero yo pensaba que el momento ya iba a llegar. Hasta que su muerte me movilizó mucho y decidimos que tenía que ser ahora. Pensamos en hacer algo a nivel nacional que represente la argentinidad en Italia y no tenemos mejor representante que Diego. Y, sin dudas, Nápoles tiene que ser el escenario. ¡Nápoles es más argentina que Argentina! Cuando voy para allá siento que estoy en una Argentina más literal que la Argentina y me siento más argentino que nunca y Diego tiene que estar ahí”, cuenta y promete que en los próximos días ya quedará elegido el espacio público donde estará la figura del astro.